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miércoles, 28 de septiembre de 2011

Hasta siempre

El reloj marcaba exactamente las 13:30 de un hermoso día soleado de domingo, habían llegado todos, los hijos, los nietos y los bisnietos; parecía que se reunían por algún acontecimiento en especial, alegría y dicha era lo que desbordaba en el ambiente. Los mas chicos con sus travesuras hacían de las delicias de la abuela que se quedo mirando como quien recuerda su propia niñez y los ojos con sus lagunas comezaron a recorrer los años ya cansados de tanto ver el camino andado y una maldita lágrima de angustia comenzó a recorrer sus mejillas.
-Que pasa mama? Porque tan triste? Se escucho al hijo decir mientras le acercaba un vaso del fresco vino.
-nada hijo, solo me acordaba del ayer, de mi hija que tan lejos la tengo y que se me estaba secando la garganta porque no me convidaban nada de tomar quiso bromear para romper el hielo.
-La mesa esta servida se escucho decir y los ruidos de cubiertos comenzaron su concierto musical entre los platos cargados de fideos amasado y el tuco recién preparado con su delicioso sabor.
El transcurso de la comida fue placentero, las chanzas estaban a la orden del día y las risas mezcladas con reproches se hacían oír, el ambiente era formidable, como nunca los bisnietos quisieron quedarse y disfrutaban ese almuerzo.
Luego de la comida una siesta que nunca puede faltar en una familia del norte del país; mientras los chicos se disputaban el televisor de la pieza la abuela cerro sus ojos y se dispuso a dormir, mientras nietos y bisnietos se agolpaban para ver algún partido de fútbol. Todos estaban contentos.
Hacia las 5 de la tarde la abuela despertó de su letargo y camino hacia el fondo de la propiedad en un intento de ver a su perro, compañero de los últimos años, y regresó a su lecho; apenas se sentó su cuerpo no aguantó mas y cayó desvanecida en su cama, el mayor de los nietos advirtió que la abuela se desplomó, no se habia lanzado sobre su lecho y comenzó el intento desesperado y el grito desgarrador de su nieta-hija se escuchó en todo el vecindario.
Llegó su hijo, llamaron al médico y trataron de reanimarla pero todo fue completamente en vano.
A los 92 años la abuela cerró sus ojos para poder descanzar en paz.
No es un relato 100% verídico y pido disculpas a los familiares por este atrevimiento pero Mauricia del Carmen Urquiza de Martinez fue una mujer que me marco, vaya entonces estas sentidas lineas.
Gracias por todo Doña Carmen. Siempre vivirá en nosotros.